El Guía Experto
La ascensión de Ana al K2 no fue una conquista, sino un diálogo. El viento era la única voz en esa inmensidad helada. A 8.000 metros, cada paso era una meditación forzada, despojándola de todo ruido mundano. Al llegar a la cumbre , no sintió euforia, sino una paz profunda. Abajo, la vida continuaba; arriba, solo el silencio la abrazaba, recordándole la fragilidad y la belleza de ser una partícula en ese gigante de roca.